viernes, 30 de septiembre de 2011

Gracias por estos días, parecen de ensueño.

La forma en que me miras, la forma en que me hablas, siento mariposas en la panza, cuando pasamos largos minutos conversando, que llegan a parecerse horas; esta sensación que hace convertirme en nueva, como si el tiempo pasado no existiera, como si desterraras uno a uno los recuerdos dolorosos, es como si cambiaras todo lo gris, a blanco.
Esa manera que tienes de ponerme nerviosa, esa forma en que me tomas de la mano, esas sonrisas que tomas de mis labios sin permiso, esta sensación cuando estás tan cerca, tan cerca, como si fueras a besarme y tiemblo, tiemblo de nervios, de que sea cierto. Por un instante me detengo, como si no pasara nada más, nadie más… el mundo se cierra, se hace minúsculo en tus ojos, detienes el tiempo, congelas tu mirada en la mía y te acercas más… cierras tus ojos y cierro los míos, a pocos centímetros de tocar tus labios, a escasos segundos de un beso, ¿qué pasa?, ¿qué nos detiene? –no lo sabemos. Ambos nos miramos y sonrojamos nuestras mejillas, sólo reímos y, miramos a otro lado, como con ganas de volverlo a intentar, pero no lo hacemos, tomas mi mano y decidimos caminar… Parece extraño que a tus 31 y a mis 26, nos detenga eso que llamamos… ¡No sé, no sé cómo llamar, a eso que nos detiene de podernos besar!

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